Premio Nacional Bando Alarconiano 2016 Carta Alejandrina para Juan Ruiz de Alarcón Autor: Ibán de León.
I
El cielo de este cielo, en la altura del tiempo,
Es el cielo que hoy se levanta en tus ojos
Como una transparencia del aire que reúne
Las aves del ayer y nubes de mañana.
En esta tierra tuya, donde empedradas sendas
Traducen la nostalgia, se hizo un nombre tú casa,
Un templo tus palabras, y el brillo de tú sombra
Una sombra en la noche que alumbre los portales,
Los balcones al alba. He leído tú voz
Por las calles del día, dicen Taxco las horas
Y Taxco los minutos, mientras ascienden pasos
En busca del verano tras los muros de piedra
Que los siglos levantan: cantera del color
De una niñez dormida.
Allá arriba la luz
Tiende velos de espuma que dictan el mar
Pero también la escarcha; un Cristo abre sus brazos
como un sueño extraviado en medio de los verdes
de las lluvias de mayo. Somos tiempo en el tiempo
y en la espina del tiempo se detuvo la flor
de las plantas que buscan, entre grietas y musgo,
el oro de tu estirpe, la raíz de tú sangre.
II
La lengua era un pendón de sorprendidos versos
Sobre un siglo dorado con sus dorados trinos,
Fontana inagotable corriendo sobre páginas.
En medio del asombro, escribías la altura
Y fue del relámpago estabas en el brillo
Pero brillabas solo, porque tenía tú piel
La huella de la América, un rostro de montaña
Al fondo de un espejo con molduras de plata.
Escribías, Juan Ruiz, como escriben aquellos
que vislumbran detrás de la palabra vida
El oscuro misterio fincado entre la carne,
Esa sed que persiste en la rama del árbol
Cuando ha sido talada la fronda de sus pájaros.
Materia de lo humano, tú teatro cede al hombre
Lo que al hombre le toca: la verdad de una espiga
allende el algoritmo de sus huesos de barro,
la moneda de argento en las miradas todas
de la virtud y el vicio.
Y tus pares ¿recuerdas?,
La inquina en las estrofas de las mentes del siglo,
Varones elegidos por el sol del idioma
Que lanzaron afrentas y rieron la desgracia
De tú triste figura, la burla y el ingenio
Como oscuro homenaje. Un laurel escondido
Floreció finalmente para darte tú sitio
En la cumbre más alta de las más altas letras:
Extranjero en la cuna pero no en la memoria
De este lenguaje franco desde el cual hoy te escribo.
Lo sabían entonces: de Góngora a Quevedo,
De Tirso de Molina hasta Lope de Vega.
España es el ayuno que no ha cesado nunca
en la mesa de infancia con sus platos antiguos.
III
Observa cómo avanza (un clavel infinito)
El tiempo detenido por la estrella del muro
De la serena Taxco. Uno va por la calle
Sintiendo que camina las huellas de tú siglo
Y el cauce de tus días, el ritmo cotidiano
De un instante barroco como un retablo inmóvil
Detrás de una plegaria. Aquí también el oro
Relumbra en el sendero con sus aves sencillas,
En el tañer del bronce que llega de mañana
Tras una procesión del afecto nocturno.
Al dar vuelta a la esquina o al salir de la iglesia
(santa Prisca atardece) me encontraré contigo,
Juan Ruiz entre dos patrias, entre dos mundos uno,
Y te diré que ésta será siempre tú casa,
Que te admira la gente en sus rituales diarios,
Que tú obra es legado de las minas del sueño,
Que el arte es una copa colmada con tú vino.
Mira cómo celebran las calles y las plazas,
Es tú fiesta, Juan Ruiz. Hace 19 años
Aquí se presenta el pan de tus comedias
En los ciclos que avanzan por la hiedra de mayo.
Artistas y familias se congregan (¿los ves?
Para oficiar tú nombre.
Asisten de muy lejos
Dramaturgos que te aman y dan al escenario
El fervor palpitante de su oficio más íntimo;
Los niños, los actores, la verdad de los coros,
El fuego del amor, las banderas del fuego
En museos, ventanas, a las puertas del teatro,
Conviven entre aplausos y limpias emociones.
Estas son tus jornadas en la altura del tiempo,
Bajo un cielo que hoy se levantan en mis ojos
Como una transparencia del aire que reúne
Las aves del ayer y nubes de mañana.
Coda
¿Quién habla en estas páginas sin fecha
mientras madruga el eco de algún gallo?
Afuera las campanas están llamando al agua de los rezos;
Los perros con sus trenos desbaratan la bruma del insomnio.
¿Quién es el que te busca, Juan Ruiz, desde
el cristal abierto de su historia?
Mi casa es una herida entre el brillar del foco
Y las estrellas últimas.
Un carro va al estanque del sonido para olvidar que existe.
¿Acaso es mi lamento el que oyes cuando digo tú nombre?
Promesa del verano,
La aurora se desprende como una fría violeta al
Fondo del paisaje.
Te he descifrado a veces detrás de alguna barda,
En medio del hastío
Y en el andar desierto de mis dudas de niño.
Ahora ese murmullo de los primeros hombres que
Marchan al trabajo
Con un clavel marchito en la solapa de su angustia.
La luz artificial se apaga entre los postes y poco a
Poco el mundo se puebla de sí mismo.
En ti me reconozco porque al volver la página descubro
Que el arte es un espejo para nombrar al otro:
Me escribes si te leo, te escucho cuando callas.